Un día de tarde apagada cubierta de lluvia, me quedé pensando en todos los proyectos que tenía por delante, analizando cuáles de ellos eran factibles o no. Era una cuestión de tiempo para aprovecharlo al máximo, tratando de ocupar cada segundo de mi vida en algo planeado, para no perder una costumbre adquirida de familia.
Entonces como si la hubiese llamado con la mente, ella apareció en la estancia y se quedó contemplándome mientras yo seguía embelesado con mis pensamientos.
—¿En qué piensas?— preguntó su dulce voz.
Sonreí mirando su fino rostro —En que voy a hacer de hoy en adelante— respondí.
—¿Cómo va eso?— preguntó sin entenderme.
—Bueno va de la forma sencilla como se planean las cosas que se pueden lograr en el futuro.
—¿Y lo que no se puede?
Sus ojos destellaban inquietud esperando una respuesta que ni siquiera yo tenía, ha de ser porque nunca me había formulado una pregunta como esa; pero ella era así impredecible, inquieta y misteriosa.
Lo pensé por unos instantes paseándome de un lado a otro.
—Lo que no se puede no se planea, porque simplemente es imposible.
—Dame un ejemplo— señalo.
¿Un ejemplo? Tenía que buscar en lo recóndito de mis recuerdos un ejemplo claro que acallara sus dudas, encontré el indicado en algo que era un sueño imposible.
—Mírame a mí— me señalé con las manos— De niño siempre soñé con ser capitán de un barco, al crecer madure dándome cuenta que no tenía los medios económicos para hacerlo, tenía que encontrar otra manera de subsistir, con algo que fuera posible, con algo en lo que fuera bueno y que valiera la pena planear cada minuto.
—¿Qué paso entonces con ese sueño?
—Lo deje en el olvido porque no se podía realizar.
No entendía él porque ella me hacía esa clase de preguntas sobre algo que parecía haber quedado claro, aunque quizá lo que trataba de encontrar desesperadamente era al punto al que ella quería llegar. Detrás de esos ojos claros llenos de juventud me había encontrado un día con la mirada de un mundo que muy pocos se interesan en conocer, aquella mirada al mundo que a través de sus ojos me había fascinado.
—¡Era imposible!— concluí.
Ella guardo silencio mientras yo la veía meditando en su interior.
—¿En qué piensas?— Le pregunté con una sonrisa, era la primera vez que mi respuesta parecía ser la correcta, ella no encontraba la forma de desmentir lo que había dicho.
Cuando levantó su mirada para contestarme, el brillo de la ventana tras de mí llamó su atención. En ese instante dejo escapara el aliento y sonrió encontrando el motivo para declinar mi respuesta.
—¿Ves eso?— dijo señalando con sus ojos la mar.
Me gire a medias para observar la vista que atravesaba la ventana. El cielo gris, la lluvia suave, el mar golpeando con un poco más de fuerza de lo usual.
—¿Puedes hacer que desaparezca en un día ante mis ojos, la mar que veo ahora?
Me reí pensando que era una broma, pero ella se quedó serena esperando una inevitable respuesta.
—¡¿Es en serio?!— pregunté sorprendido, ella afirmó con la cabeza— ¿Pretendes que desaparezca la mar?
—Ante mis ojos— repitió ella.
Miré la ventana, la brisa empezaba a golpear la costa con más fuerza. El mar como siempre impetuoso se estrellaba contra las rocas y se retiraba mientras esperaba la oportunidad para arremeter con más fuerza, seguro que un día vencería a la roca. Volví a pensar que era una locura. Me aproximé dos pasos hacia donde se encontraba y le dije con firmeza.
—¡Eso es imposible!
—¿Estás seguro?
—Completamente.
—Es increíble que me digas eso, porque ¡yo sí puedo hacerlo!
Levanté el pecho asombrado.
—¡Es más!— continuó diciendo mientras se acercaba— Yo puedo hacerlo en cuestión de segundos.
La mire incrédulo, ella estaba perdiendo el juicio. ¿Cómo podría salir bien librada de esta? Mis ojos se concentraron nuevamente en la mar que se veía en la ventana. ¡Jamás lo lograría!
—No puedes hacerlo— le dije finalmente.
Entonces ella se apartó de mí y camino hasta la ventana, colocó su mano suave sobre el duro y fijo cristal.
—¿Lo ves?— me preguntó.
—Claro que lo veo— respondí a la expectativa de sus actos.
En cuanto terminé la oración ella levantó su mano, busco la cortina sosteniéndola mientras la corría hasta el otro extremo dejando la habitación a oscuras. Yo estire la mano buscando una lámpara.
—¡Te diste cuenta!— dijo con una sonrisa en los labios— La mar desapareció ante tus ojos. Muchas de las cosas que pensamos “son imposibles” son simples paradigmas que la mente se empeña en aceptar.
—¡Pero no hiciste desaparecer la mar, solo cubriste la vista! – dije empeñándome en ganar esta partida.
—Yo nunca te dije que movería el agua de su sitio. Te dije que lo haría desaparecer ante tus ojos.
—Pero sigue allí.
—Sí, pero ya no lo puedes ver…
Yo guarde silencio, eso no tenía sentido.
Ella abrió la cortina y se acercó nuevamente a donde estaba, su voz dulce y sabía me dio la repuesta: “El punto es Charles, que con un sencillo ejemplo como este te das cuenta que posiblemente si hubieras llegado a ser capitán de un gran barco, pero simplemente te limitaste a pensar que era imposible a tal grado que te convenciste de ello. Te das cuenta solo hasta que lo intentas que tal vez no es lo tu esperabas, pero que estas más cerca de lograr hacer algo que un día pensaste que nadie, ni siquiera tú podías hacer.
Entendí lo que ella quería que supiera y me pregunté a mí mismo en voz alta
—¿Cuántas veces abandonamos una idea sin siquiera intentarlo?
Ella rió por la pregunta, se acercó a mí y abrazándome susurró a mi oído.
— Vuelve a mirar la mar, vuelve a mirarla y enamórate de ella… Y cuando hagas planes no te olvides incluir esos sueños porque hoy en día cualquier cosa se puede realizar. Pensar que no se puede, ¡Eso sí es imposible!
Autor: Yenniferth Carranza
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Foto: Vladimir Sklyarov